La certificación en coaching puede variar según la organización o entidad que la otorgue. Estos requisitos se supone que están diseñados para garantizar que los profesionales del coaching hayan adquirido un nivel mínimo de conocimientos y habilidades para ejercer de manera efectiva. Aunque, en muchos casos, puedes conseguir un certificado sólo con hacer un curso y pagar por él, sin que valoren realmente tu desempeño como coach.
Para obtener una certificación en coaching con ciertas garantías, por lo general se requiere completar un programa de formación en coaching. Estos programas pueden tener diferentes duraciones y formatos, pero deberían cubrir los fundamentos del coaching, las técnicas y herramientas relevantes, y ofrecer oportunidades para practicar las habilidades de coaching con un tutor que guie y garantice el desempeño del coach.
Además de la formación, es común que se solicite un número mínimo de horas de práctica de coaching con clientes reales.
Otro requisito común para la certificación es someterse a una evaluación, que puede incluir exámenes escritos, estudios de caso o sesiones de coaching observadas.
¿Pagar por seguir certificado?
La cuestión de renovar anualmente el certificado de coaching es un tema que ha generado debate y controversia entre profesionales del campo. En primer lugar, si obtener un certificado de coaching implica demostrar competencia en el campo, una vez que hemos alcanzado este hito, ¿no deberíamos considerar que poseemos las habilidades necesarias para ejercer el coaching de manera efectiva? Si hemos cumplido con los requisitos establecidos inicialmente, ¿por qué debemos pagar cada año para renovar el certificado?
Aunque se argumente que el coaching es una disciplina en constante evolución, el hecho de que se requiera una renovación anual del certificado implica que, de alguna manera, se está presuponiendo que el conocimiento y las habilidades adquiridas se vuelven obsoletas en un año. Esta suposición puede no ser del todo precisa y puede llevar a una sensación de injusticia para aquellos profesionales que han invertido tiempo y recursos significativos en su formación inicial.
Además, la obligación de pagar una tarifa anual para renovar el certificado puede dificultar aún más su acceso al campo y limitar la diversidad y la inclusión dentro de la comunidad de coaches. La certificación debería confirmar una preparación constatada en una fecha y debe ser decisión de cada uno valorar si eso es suficiente o el profesional al que se quiere contratar debería renovar su conocimiento.
Yo creo que un coach formado hace 10 años, si ha estado ejerciendo como tal durante este tiempo, no debería pagar cada año por renovar su certificación.
¿Existe una certificación real?
No sé si te has dado cuenta, pero si buscas en internet verás que, en los últimos tiempos, ha habido un aumento significativo en el número de asociaciones que otorgan certificados de coaching. Esta proliferación ha llevado a un escenario en el que existen múltiples certificaciones, cada una con sus propios criterios y estándares. Con tantas asociaciones certificadoras diferentes, cada una con sus propias metodologías y enfoques, se ha generado confusión y dificultades para evaluar la validez y el prestigio de los diferentes certificados. Al final, la validez del certificado está más relacionado con la promoción que esa asociación hace de su certificado que con la auténtica preparación del coach.
A diferencia de otras profesiones, como la medicina o la abogacía, donde los requisitos de certificación están ampliamente establecidos y regulados, el coaching no cuenta con un marco unificado. Esto permite que cualquier entidad pueda ofrecer certificaciones sin cumplir con estándares consistentes y rigurosos.
Tomemos como ejemplo la propia ICF. Dentro de las escuelas que ofrecen formación de ICF, cada una tiene enfoques, metodologías y filosofías distintas. Esta situación plantea un desafío significativo, ya que la certificación por parte de la ICF se ha convertido en un estándar comúnmente aceptado para los profesionales del coaching. Sin embargo, el hecho de que diferentes escuelas ofrezcan formación en coaching con enfoques tan divergentes y aún así emitan certificados respaldados por la misma organización genera confusión y socava el valor y la credibilidad de los certificados.
Por un lado, algunas escuelas pueden centrarse en el coaching ejecutivo o de liderazgo, mientras que otras pueden hacer hincapié en el coaching de vida o enfoques terapéuticos. Además, las diferencias en la duración y el alcance de los programas de formación pueden ser significativas. Esto significa que dos profesionales con certificados ICF pueden haber pasado por experiencias educativas y haber adquirido habilidades y conocimientos muy diferentes.
La falta de alineación en la formación en coaching y la emisión de certificados puede generar confusión tanto para los profesionales como para el público en general. Esto afecta a la confianza en los certificados de coaching y plantea interrogantes sobre la coherencia y la calidad del entrenamiento recibido por los profesionales certificados.
Es fundamental que tanto la ICF como otras asociaciones y organismos reguladores en la industria del coaching trabajen hacia una mayor coherencia y claridad en los estándares de formación y certificación. Esto ayudaría a garantizar que los profesionales del coaching reciban una educación consistente y que los certificados reflejen una base sólida de conocimientos y habilidades en el campo del coaching.
Pero, por ahora, no es así. Más bien al contrario. Cada vez hay más entidades certificadores y cada vez hay escuelas que enseñan un coaching más dispar ofreciendo la misma certificación.